Los duendes, seres sobrenaturales traviesos
- Alejandro Gutiérrez Arango
- 22 jul
- 5 Min. de lectura

En el corazón del Tolima Grande, en la vibrante pero a la vez somnolienta ciudad de Ibagué, Claudia Patricia Guzmán se adentraba cada día más en un enigma tan antiguo como los ríos que cruzan la región. Su piel, con la juventud aún templada, mostraba señales que desconcertaban a adultos de ciencia y autoridad. La clínica Minerva, un refugio de paredes blancas llenas de secretos, la acogía con frecuencia, donde los doctores, entre murmullos y miradas ceñudas, se enfrentaban a una lógica que no lograban desentramar. Claudia Patricia, cuyos ojos albergaban ya el pesar de lo inexplicable, despertaba cada mañana con marcas de un romance macabro: hematomas oscuros como las pupilas de medianoche y arañazos que trazaban mapas de una tierra prohibida sobre su piel. Su historia, una sinfonía de murmullos y movimientos furtivos, había comenzado en Ambalema, un pueblo donde el sol acaricia la tierra con reverencia y donde un muchacho había capturado su joven corazón. Pero junto con el amor, brotaron las sombras de la intranquilidad: objetos ausentes y retornados a capricho, desórdenes inexplicables y noches que susurraban el toque de lo invisible. La historia de los duendes y sus amoríos trasciende el tiempo, y en Ambalema se decía que uno de estos seres traviesos, un ángel caído en la tierra, se había enamorado de Claudia. Este sucumbió a la rebelión contra las órdenes celestiales, un espectro que danzaba entre las corrientes de viento que invadían su cuarto por la noche, moviendo camas y armarios como si fueran juguetes. Se decía que su cabello era dorado, sus ojos de un azul profundo que reflejaba cielos olvidados, y sus pies, extrañamente, dejaban huellas que confundían al ojo humano, avanzando hacia el pasado. Imposibilitados de contener aquella fuerza, la familia de Claudia Patricia decidió partir hacia Ibagué. Sin embargo, incluso las ciudades no conocen refugio ante tales amores de terciopelo y niebla. El silencio de las paredes de la clínica oía historias sobre cómo estos duendes, ángeles frustrados en sus deseos de volver al Cielo, buscaban compañía humana, especialmente el afecto de las mozas que, al igual que Claudia, ardían con el fuego intempestado del amor joven. Un cronista del alma, reconocido por destilar leyendas, había escrito sobre su origen: expulsados del Cielo por la soberbia de su creador Luzbel, algunos quedaron atrapados, errantes entre el infierno y el paraíso. Bajo las luces tenues de la clínica, los médicos hablaban del frío que atravesaba el cuerpo de Claudia Patricia, un hielo que parecía surgir de su propio ser, como si ella misma contuviera un fragmento de esos ángeles exiliados. Recordaban las viejas historias de la región: espíritus que danzaban en las sombras, invisibles pero siempre presentes, que disfrutaban de las parrandas del alma, de la música y la poesía del tiple, resonando como ecos de un pasado celestial. Los investigadores de la leyenda del Duende, esos susurradores de viejos cuentos, narraban cómo estos seres, que alguna vez fueron músicos de las más altas esferas, ahora seducían a sus víctimas con risas y juegos, volviéndolas sonámbulas, llevándolas de paseo en la medianoche, solo para dejarlas en lugares apartados, aturdidas y confundidas. Pero la familia de Claudia Patricia, aferrada a su esperanza como a una antorcha contra la oscuridad, decidió buscar el consejo de las antiguas fórmulas. Se decía que un tiple desafinado colocado cerca de la puerta era suficiente para atormentar al duende con recuerdos de su tierra perdida. Algunos, sin embargo, hablaban de métodos más extremos: conjurar con palabras sacras las heridas del cielo, para recordarles su origen divino y tal vez, aliviarlos de su nostalgia. Mientras tanto, la comunidad de Ibagué permanecía ajena y, a la vez, fascinada con el drama que se desenvolvía en la clínica Minerva. Las calles, con la vida diaria que conocía de pe a pa el rumor de las leyendas, murmuraban sobre el retorno de uno de aquellos viejos espíritus. En cada esquina, alguna anciana narraba su propia versión de la historia, compartiendo cada variación con una reverencia tácita por lo desconocido. En últimas, la única certeza para Claudia Patricia era la conexión indisoluble que mantenía con aquel ser invisible, un duende cuyo amor, aunque tortuoso, representaba las memorias de un cielo ya inalcanzable. Así se fundía su vida con el mito: en un abrazo donde lo real y lo mágico se besaban, en una danza eterna que resonaba con la música de viejas baladas, tocadas en un tiple que jamás olvidaría las melodías del antiguo Edén. Y fue así, entre la vigilia y el ensueño, que Claudia Patricia vivió su historia; tejido de un mito que nunca cesa.
Versiones
Las versiones del mito del duende muestran variaciones significativas en su narrativa y presentación. La primera versión relata un caso contemporáneo, ambientado en la década de 1970, donde una joven es víctima de un supuesto duende enamorado que le causa daño físico y psicológico. Este relato se centra en el impacto directo del duende en la vida de la joven, presentado como una noticia en un periódico, lo que le da un enfoque casi documental. La historia integra elementos típicos de relatos de misterio, como la falta de evidencia clara y la intervención de las autoridades, además de incorporar una perspectiva médica y social, sugiriendo la incapacidad de la sociedad para abordar adecuadamente tales fenómenos. La segunda y tercera versiones, en cambio, sitúan al duende dentro de un contexto histórico y mítico, vinculándolo con los ángeles caídos de la tradición cristiana. Estas narraciones desarrollan un trasfondo complejo, donde los duendes son ángeles rebeldes con comportamientos traviesos y a veces peligrosos. Aquí, el mito emplea un lenguaje poético y no se centra tanto en un individuo específico sino en las acciones y características generales de los duendes. La tercera versión introduce un elemento folclórico más amplio, presentando a los duendes como entes traviesos que pueden seguir a las personas a diferentes lugares, incluso sobre largos desplazamientos, y presentan un problema persistente para las familias afectadas. Se exploran varios métodos para deshacerse de ellos, mostrando una clara conexión con prácticas culturales y creencias ritualísticas, como el exorcismo. En conjunto, estas versiones resuelven el mito desde enfoques socio-culturales y espirituales, en contraste con el enfoque médico-diagnóstico del primer relato.
Historia seres sobrenaturales traviesos
El mito del "Duende" en estas versiones parece tener su origen en una combinación de leyendas locales de Colombia que describen a los duendes como seres sobrenaturales con comportamientos traviesos y, a veces, peligrosos. Según las versiones: 1. **Primer relato**: Una joven llamada Claudia Patricia Guzmán experimenta fenómenos inexplicables y maltrato físico tras enamorarse de un joven, lo que la comunidad atribuye a un duende enamorado. La situación empeora tras mudarse a otra localidad, sugiriendo que el duende la siguió. El relato se reporta en un periódico local, mezclando elementos de realidad y mito. 2. **Segundo relato**: Proporciona un trasfondo más mítico de los duendes, describiéndolos como ángeles caídos creados por Luzbel que fueron expulsados del cielo y quedaron atrapados entre el aire y la tierra. Los duendes son descritos como traviesos, a menudo involucrados en actividades musicales y amorosas, y a veces agresivos, especialmente afectando a jóvenes mujeres. 3. **Tercer relato**: Describe los duendes en un contexto de leyendas urbanas colombianas, señalando su comportamiento perturbador hacia familias y jóvenes, forzando a las familias a mudarse en busca de tranquilidad, solo para ser perseguidos por los duendes. La combinación de visiones culturales y reportajes locales parece formar las bases de las historias relacionadas con los duendes, quienes, según la tradición, son invisibles y caprichosos, a menudo afectando a sus víctimas mediante los maltratos o travesuras que les atribuyen. Por lo tanto, el origen del mito parece ser un entrelazamiento de creencias locales en espíritus errantes, influencias religiosas sobre ángeles caídos, y leyendas populares sobre seres sobrenaturales que interactúan con el mundo humano de maneras disruptivas y a menudo perjudiciales, especialmente centradas en las relaciones humanas y el amor. El mito de los duendes refleja la interacción entre lo sobrenatural y lo humano, simbolizando el miedo a lo desconocido y la influencia de creencias religiosas en la interpretación de fenómenos inexplicables. Se asemeja a los mitos griegos de los sátiros y las ninfas, donde seres sobrenaturales interactúan con humanos de manera traviesa.
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